Terra vienta de Christian Rafael nos sumerge en un cosmos eterno, infinito a través del lenguaje; en que los significantes designan a otros significantes; y los símbolos expresan lo inexpresable. Esa mirada retrospectiva que inicia (En) Silente donde todo es AHORA, estratos de conciencia en la que se respira, se siente, se vive.
En ese viaje interior experimentamos el primer placer / primer adjetivo, la primera voz / el primer amor. Se describe y rememora a la madre. Dice el poeta:
Amor de infinidades
que al mínimo latido me evocas
premonición de calor y color en el alma.
Al respecto, cabe destacar cómo Christian juega con el lenguaje; me hace recordar lo que decía Ana Terán sobre su poesía:
“Mi primer juguete es pues la palabra.
Ella me llevará a lugares de sombrío esplendor, donde gozo o pena, ira o mansedumbre, o simplemente belleza, formarán la urdimbre de lo que ha de ser mi poesía”.
En ese sentido, el viaje interior se intensifica en “The Ballad of Sanz (cigoto, futuro lacayo maltoso)”, ya que se vuelve al origen, donde las palabras dinamizan, mueven, incitan. Pero no solo eso, también humedecen: veamos lo que dice uno de los poemas:
Como quién te empapa
Y regresa a su origen del cauce extraviado
Como quien de un mordisco inocente
Me echasen del Edén tantas veces
Y vuelvo a ser esta nueva forma
Más veloz,
Más de adorno otoñal colgante
Sin ápice tantas veces…
Al lado de quien nunca seca.
Fecundado, alado, luminoso, se extiende en un vaivén de sensaciones, de esos “aromas de noches y calles sin desaires”. Cómo no despertar a nuestra propia interioridad y bañarnos en imágenes sensoriales, anhelos, tentaciones, puesto que “…la punta en carnes me sacude”.
No obstante, el primer volumen finaliza con la sensación de luz y música, enfatizando la calidez; además, se alude allí al “hogar materno”, que protege que resguarda lo puro.
Por los colores del sol expandiendo
Sus halos
Sobre melodías pendulando en el aire
Desde su campo hacia mi hipocampo
Suena a dulce hogar
… en puro
En silente.
El segundo volumen del poemario es un GERMINAR en amor. En ese ahora que prevalece. Dice:
Buenas Lunas/dulces roces
Descansa aliento que abduces
Tierna y germinada entre palmas
A flor de pecho y sosiego.
Los ritos del amor están latentes: Me hago arcoíris de abrazar tu pradera, expelas jazmín.
¡Oh tuyo soy/obtusa aperturas!
¡Oh mía tú/agudo sacudo!
El poemario finaliza con aquel vínculo y complicidad con los elementos de la naturaleza, tierra y viento, regresando al origen, a esa humedad, a ese frescor.
Poseidóneos
Entre el viento y sobre tierra
Por amar llegamos
Al mar
Somos
Bienvenido relente.
Como se habrá podido advertir, en los versos que acabo de leer, el poeta –haciendo uso de su libertad- crea un simpático neologismo: me refiero a “Poseidóneos”, que bien podría ser un caprichoso plural de Poseidón (el dios de los mares, en la mitología griega).
Respecto de este neologismo, y del que corresponde al título del libro (“Terravienta”), es el autor del libro quien podría dar las explicaciones pertinentes.
Concluyo: La profundidad, con la que Christian Rafael impregna los versos, nos lleva a los lectores a evocar y a dejarnos envolver por este bello libro, Terravienta.