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Estudió Derecho en la Universidad de Lima. Actualmente, se encuentra trabajando en su primer libro de cuentos.
Continuando con la segunda etapa de proyectos editoriales, que inauguramos con la revista digital, presentamos «Serie Breve» una selección de poetas y narradores, nacionales e internacionales, conocidos y por descubrir, que hemos seguido de cerca con mucha curiosidad. No dudamos que, después de leer estas breves páginas, el lector se verá tentado a continuar en su búsqueda literaria por cuenta propia, anotando los nombres de cada autor de estas plaquetas.
Jaime caminaba despacio para no pisar ninguno de los charcos que surgían ante él. Cautelosamente, situaba un pie en aquel espacio de la vereda que no estaba hundido. Con el otro, cruzaba el amenazante charco sin tocarlo y aterrizaba en el próximo pedazo de vereda disponible. Las calles de Lima, brillantes y deformes, eran más hostiles cuando estaban así de mojadas. Repitió estos movimientos hasta que llegó a la entrada del bar. Empujó la puerta y frotó sus zapatos en el pedazo de cartón que, durante esos días de invierno, daba la bienvenida a los clientes.
Eligió una mesa con tres sillas vacías que estaba al fondo del local. Se sentó en uno de los asientos y pidió una cerveza. Colocó su maletín en la silla del costado. De él sacó una cajetilla de cigarros y un libro. Luego de encender uno de los cigarros, comenzó a hojear el libro. Página tras página, aparecían aquellas palabras que él ya había leído, con las respectivas anotaciones en los bordes de las hojas. Nunca pudo conversar con Alberto acerca de las impresiones que la novela le causó, pues cuando quiso hacerlo, su vida ya se había apagado.
Habían pasado seis meses desde que, un miércoles por la noche, se enteró de su muerte. Un amigo lo llamó por teléfono y le dijo que estaba viendo en un programa de noticias que Alberto había sido asesinado durante un asalto a una pollería. Incluso su foto y su nombre completo figuraban en el reportaje. Rápidamente, Jaime prendió su televisor. Pudo ver la foto de su amigo durante unos escasos segundos. En seguida, la imagen desapareció para dar paso al segmento de los videos graciosos del noticiero.
El funeral fue sencillo. Jaime encontró allí al amigo que le había avisado de la muerte de Alberto y un par más de conocidos. Apenas pudo intercambiar palabras con ellos. Seguía tan desconcertado por estos funestos eventos, que fue directamente al ataúd para cerciorarse de que no había ningún error. Efectivamente, el rostro pálido de Alberto estaba en exhibición. Tenía los ojos cerrados y el algodón sobresalía de sus fosas nasales y llenaba su boca semiabierta. Jaime miró el rostro durante unos instantes que parecieron eternos. Sintió un leve dolor en el pecho que fue creciendo hasta impedirle respirar correctamente. Su estómago empezó a confabular con su pecho, y pronto todo su cuerpo estaba sintiendo la viscosidad de los gusanos que en unas horas devorarían a su amigo.
Salió corriendo de ese lugar y caminó nerviosamente unas pocas cuadras. En una esquina, su estómago ejecutó la traición final y el vómito fue expulsado de su ser. Siguió andando mientras los escalofríos se apoderaban de él. Un poco más allá, se subió a un taxi y se dirigió hacia su casa. Estuvo temblando durante todo el camino.
Alberto hablaba de sus poemas con seriedad. Aquella vez, sentados en ese mismo bar, se jactaba de haber recibido reseñas positivas de parte de cuatro renombrados críticos literarios, y se sentía muy optimista respecto al poemario próximo a publicarse. Todos sus compañeros de facultad, incluido Jaime, escucharon esto y juraron que asistirían a la presentación del libro. Hicieron el último brindis de la noche. Jaime tomó la cerveza de un sorbo. Al poner el vaso en la mesa, Jaime lamentó que muy pocas personas asistieron a aquella presentación. Y que el libro fue mal recibido por la mayoría de los críticos, que no vieron nada más que los intentos desesperados de un muchacho por dar a conocer al mundo los poemas sosos que había escrito. No sería el primero ni sería el último en perder la vergüenza de esa manera, los escuchó decir en otras reuniones.
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