Cuentos sobre la violencia terrorista
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Médico y escritor. Cuenta con publicaciones en más de sesenta ediciones físicas y digitales, entre las que se encuentran las novelas artesanales «Vientos del Apurímac»,(…)
Estos cuentos están inspirados en hechos ocurridos durante la época en que el terrorismo asoló al Perú. El primero es una ucronía (un acontecimiento histórico que no pudo ser) que muestra al arquitecto Fernando Belaunde Terry triunfante en la justa electoral de 1980. Piensa que la historia le da una segunda oportunidad para hacer del Perú un nuevo país, muy lejos de lo dejado por los militares que lo sacaron de palacio de gobierno en 1968. Mira con optimismo el futuro y no le preocupa el rumor sobre ciertos abigeos que alborotan ciertas comunidades campesinas del interior del territorio peruano. Los demás cuentos registran la desesperación por evitar la desgracia subversiva: Pueblitos del Perú profundo, ignorados por la cartografía nacional, que parecen cambiar de ubicación en los Andes para despistar a terroristas y militares. Algo similar en la ceja de selva, donde una aldea asháninca esconde a su hija favorita de las huestes del terror y, bajo la protección de su dios padre, el río Apurímac, aguarda al príncipe de las aguas. En la gran capital, el cadáver de un ciudadano común y silvestre no puede ser identificado en la morgue por ser víctima del sistema y un profesional que, en una de esas caprichosas vueltas de tuerca des destino, es extraído de su zona de confort y llevado hacia mundos inciertos. En otros, los personajes son sobrevivientes que, años más tarde, buscan en el reencuentro la sanación de heridas de difícil cicatrización. Hurgando en la memoria del dolor tratan de olvidar el sufrimiento emocional y finalmente averiguarán si exorcizaron sus demonios o seguirán consumiéndose en el infierno de sus realidades. Estos cuentos intentan hacer inolvidables los recuerdos, vivencias y experiencias de quienes vivieron esos días aciagos.
Quisieron transformar las estructuras sociales para crear una nueva democracia en la que primara la dictadura del proletariado. Desataron el conflicto armado interno que desangró al país durante dos décadas. La ideología marxista-leninista-maoísta los convirtió en subversivos pertenecientes a un partido mesiánico, liderado por una bestia humana responsable de la muerte de miles de personas y pérdidas económicas incalculables. En un país cuya frontera oeste es el mar de Grau y atrapado en el este por el verdor amazónico, los Andes se estremecieron con su barbarie demencial. A los lugareños que no abrazaron las ideas senderistas los llamaron despectivamente «mesnadas».
Desde la capital del país, la cúpula ideológica bramó con la ejecución de dos de sus camaradas y la insubordinación manifiesta de los pueblitos la puso sobre aviso. El partido ordenó escarmentar a la comunidad rebelde.
El líder militar escogido para la misión creció resentido, avasallado por la sociedad capitalista y sediento de venganza contra el sistema. Lo escogieron para saldar la ofensa y, al mando de su columna subversiva, la toma por asalto. Reúne al poblado en la plaza 88
principal y lo organiza para cavar el lecho de una piscigranja. Los comuneros, entre el fusil y la pared, escarban la tierra para profundizar el hueco. El poblado está asegurado por las tropas terroristas, queda encerrado y librado a los designios del orate armado. Al amanecer los comuneros forman al borde de la excavación.
«En estas tierras se dice: cuando la aurora canta, el indio muere», repite el estribillo del antiguo huayno. Lo hace mientras chaccha la bola de coca con cal. Se le adormece el cachete, levanta la mano derecha y sus huestes disparan contra los indefensos condenados a muerte. Uno a uno caen hasta tapar la fosa cavada.
El tiempo y las alimañas se encargarán de desaparecer los restos de más de un centenar de cristianos asesinados. Tal vez la fosa sea descubierta y alguien reclame, proteste o llore. Así es cuando llega la aurora, la sangre se derrama.
El líder subversivo ordena retirada y se va cantando «Flor de retama». Su voz miserable desentona con el aullido triste del aire que baja de los cerros.
*Reconstrucción histórica que se basa en hechos posibles pero que no sucedieron realmente.