Diáspora

Diáspora resulta una novela de iniciación tanto para Dante Morales como para el chato Cisneros, el flaco Mujica, el muelón Vela y el Parásito, que parecen unos personajes sacados directamente de la galería de un Pancho Lombardi psicótico o un sobreexitado Julio Ramón Ribeyro.

En Diáspora, el uso de un lenguaje directo y sincero – que no por eso ha de confundirse con simple – es nuestra bisagra para husmear la entrada de estos muchachos en el mundo adulto y todas las consecuencias que eso acarrea, desde el miedo a lo que las demás personas entienden por madurar o la dificultad y el terror absoluto de lidiar con sus propias existencias, hasta los intentos de rebelarse ante una sociedad que parece devorarlo todo a su paso sin ninguna consideración. Y es así que, en medio de este vértigo existencial, nuestros protagonistas afrontarán a una cruda verdad: nadie puede escapar de sí mismo.

Sin embargo, el triunfo de Diáspora no radica en un violento cinismo, sino en su mordaz honestidad y en el hecho de que, si nos detenemos a mirar bien a nuestro alrededor, podemos dar cuenta de que realmente no estamos tan solos. ¿No es acaso exactamente de lo que, en el fondo, se trata ser un humano?