«Dulce la mujer al olfato del hombre, y dulce a las garras del espíritu»
-Saint-John Perse.
A la luz de la noche y la plena memoria,
Flotando sin capa ni alas sobre las fauces de incontables precipicios,
Resistiéndome al instante de ser una nube lloviendo
Sobre las ruinas y desperdicios de mi carne,
Aún pienso en ti,
Aún pienso en ti, Relámpago de otros labios,
O sencillamente: Valquiria de alguna irrisoria mitología:
Sí,
Yo pienso en ti:
Pienso en ti
Como en aquel ocaso que no he vuelto a ver:
Bello y rosa
Como todo lo que me es ajeno durante el día
Y solo pertenece a ti,
Por ahora,
Por este latido
Que no alcanza a nublar todos tus sentidos,
Pero entre ellos cincela caminos,
Porque sabes, inconscientemente, que existe
Como perfume de esperanzas sobre mis vaivenes:
Porque se agita
Como suspiros de la naturaleza en cada uno de tus rizos;
Pienso en ti
Y recorro aquel arcoíris de tus mejillas,
Que es distante, pero no extraño,
Sino claro, dulce como un colibrí;
Sí,
Yo pienso en ti
Y en cada átomo que te hace un hada cien veces inmaculada,
Y soy un Remolino de azares
Que hierve, que es profanado
Por las navajas de la agradable y necesaria agonía
Desde toda distancia,
Desde todo instinto,
Inmerso en la fuga que emerge cuando me llamas
Con el color y deseo de tus más negras flamas:
Yo pienso en ti
Desde el sortilegio y el paraíso causado por tus esferas azules,
Porque cantas y bendices
A quien oprime, poéticamente, la pendiente de tus costillas:
Oh, Mazmorra donde encadenar al Príncipe Prometido,
Yo pienso en ti,
Atraído por aquellos sinuosos espejismos,
Porque Yo soy: Yo soy desindigno:
Yo pienso en ti
Y abordo lo inarbordable
Y surco, caminando, los infinitos mares,
Yo pienso en ti, sí, y percibo lo inmarcesible en cada fugaz invocación.
(Luminosidad para tus clandestinas Venas)
Lectura del poema Remolinos Nocturnos: