A los once años creía que las lámparas de kerosene acercaban las nubes al suelo
creía que el fuego era avivado por el aliento de algún ser circunscrito al cielo
a los once años no creía en dios
el creía en mí
El silencio se entrañaba
en los parrales
en los manzanos
en la amplitud de las risas que se perdían
siendo eco nada más.
Me columpiaba en las barbas de los árboles
miraba mis sandalias empolvadas dejar estelas en el aire
rodaban las palabras entre las telarañas sujetas a las hojas
llegaban hasta los labios de los grillos
en el umbral de la noche.
Un día fui lejos
por los caminos
muy cerca del río
iba mirando los troncos que se extraviaban entre los tumbos de agua
y nunca más volví
Ahora recorro las calles junto a las fronteras de mi ser
ahondando el recuerdo en los adioses del todo
y luego nada
voy buscando mis pisadas
triste
entre los sobrevivientes de infortunios.