Leer es una actividad que requiere demasiado tiempo y si a eso le sumamos la gran cantidad de autores y géneros que existen en el mercado literario, leer TODO o por lo menos leer lo mismo que los demás están leyendo, es una meta imposible. Eso me recuerda una anécdota que habla de un hombre que desde pequeño se cautivó con la lectura y leyó por completo las bibliotecas de su primaria, secundaria, preparatoria, universidad y después de eso siguió leyendo todo lo que estaba a su alcance, pero ya en su lecho de muerte, cuando le preguntaron si se arrepentía de algo, él respondió: “me arrepiento de haber leído tan poco”.
No se trata de leer por leer. Y ciertamente, no tenemos los mismos gustos e intereses que los demás lectores a nuestro alrededor; mientras que unos prefieren novela romántica o histórica, habrá quien busque novela policíaca o de suspenso; también los hay que se inclinan exclusivamente por escritores extranjeros y otros que prefieren autores latinoamericanos; vamos, hasta existen los que sólo leen cómic o manga.
La variedad es tan extensamente amplia y el tiempo que podemos dedicarle a la lectura en comparación con ella, insuficiente. Entonces ¿qué leer? ¡Pues lo que nos gusta! Lo que nos hace vibrar al paso de cada página, porque leer es algo que se hace por placer y no por imposición, ni para agradar a nadie. Esto último surge de las repetidas ocasiones que nos han llegado a decir: “¿pues no que lees mucho?” (léase con tono incrédulo).
Atacarte con esa pregunta es un recurso del que se servirán constantemente otros que también leen y para quienes se ha vuelto más una competencia, porque desde su perspectiva y la rivalidad intelectual que han formado en su mente, TÚ dices leer mucho y NO has leído el libro o ni siquiera conoces al autor de quien te hablan. Y creo que hasta la fecha no he conocido un solo lector que haya utilizado la frase “yo leo mucho”. Lo que sí he escuchado en boca de otros lectores y yo mismo he dicho es “me gusta leer”, pero eso en el pensamiento antagonista del que te quiere superar (porque para él sí se trata de un duelo intelectual), lo lleva a reforzar su inicial pregunta con más comentarios que tienen toda la intención de evidenciarte como un mal lector.
– “Pero si es bien famoso”.
– Eso es subjetivo…
– “¡No puedo creer que no lo conozcas!”.
– Pues no, no lo conozco.
– “Lo recomendó Toño Esquinca”.
– ¿Quién?
– “Ya hasta le hicieron película”.
– No lo sabía.
– “Viene en la lista de los 100 libros que debes leer antes de morir”.
– …
Con lo anterior no estoy diciendo que no aceptemos recomendaciones, en absoluto. Pero sí digo y creo que no estamos obligados a leer un determinado libro o autor, sólo porque muchos sí lo han hecho.
Algunos de mis cuentos favoritos, como Barba Azul de Charles Perrault; La Casa del Juez de Bram Stoker; y La Pata de Mono de W. W. Jacobs, por mencionar algunos, llegaron a mí por muy acertadas recomendaciones, pero estos tres cuentos tienen algo en común. Sí, que los tres van de la mano con temas como terror, suspenso y misterio, es decir, temas de mi agrado e interés. De no haber sido así, no los habría leído.
Les recuerdo que no somos Dorian Gray y no tenemos todo el tiempo del mundo a nuestra disposición para leer algo que no nos guste ni atraiga, por ello los invito a que lo inviertan en aquellas lecturas, géneros y autores que son de su agrado, a menos que por alguna afortunada circunstancia encuentren la clave de la inmortalidad. Sí es así, me avisan, porque todavía nos falta mucho por leer…

Diego Terán
De formación académica como Licenciado en Turismo, pero con vocación literaria, soy escritor y narrador oral, por lo que mi relación con la literatura, me lleva siempre a escribir, leer o contar cuentos.
Pertenezco a la Red Internacional de Cuentacuentos, con sede en España y al CIRNAOLA (Círculo de Narradores Orales Latinoamericanos), con sede en Colombia.
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