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La Hoguera Discreta: La crítica literaria y la contralectura

Jeremías Martínez

Jeremías Martínez

Lima, Perú 1990.

Es licenciado en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Cursa la maestría en Literatura Peruana y Latinoamericana (UNMSM) y la de Literatura(…)

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En la columna anterior, esbozamos la idea de “Contralectura”. Para aclarar el punto principal de nuestra propuesta, nos referimos con ella al hecho de leer de manera superficial un texto. Recordemos que un texto es un entramado de enunciados que guardan un significado y que puede ser interpretado por un lector. En ese sentido, la “Contralectura” es la incapacidad de recoger dicha significación conjunta, con lo que la lectura se hace superficial y plana, sin ahondar en el meollo del mensaje. Hemos empezado la presente columna con esta aclaración puesto que, al esbozar la idea, la relacionamos con una “lectura de segunda mano”; es decir, una lectura que no se acerca a la fuente primaria, sino a una interpretación de ella. Y sobre ello vamos a hablar en esta ocasión.

La nuestra es una sociedad a la que se le prejuzga como no lectora. Esta afirmación, el decir que los peruanos no leen, no es cierta, puesto que, si hablamos de cantidad, resultamos ser una sociedad muy lectora. El problema estriba en la calidad de lo que se lee. No es fácil crear un lector que escape de la “Contralectura”, sobre todo, en un medio como el nuestro que produce lecturas y lectores de todos los calibres. Todo resulta como una cadena, pues esta lectura superficial y “de segunda mano” es una práctica que se reproduce en los estratos sociales. Y, en este nuevo hábito, la culpa es de la crítica literaria, pues esta ha entrado en una irrevocable crisis.

Sobre la crítica literaria y sus dificultades ha escrito Peio Aguirre La línea de producción de la crítica (2014), donde se descubre el travestismo que esta ha asumido: el crítico literario ha dejado de ser crítico para volverse un publicista. Prueba fehaciente de ello son los escuetos comentarios de las contracubiertas de aclamados libros, vacías de sentido y de valoración; se limitan a frase como: “No pude parar de leer… ese libro es adictivo”, palabras que Sthephen King le dedica a la saga de Juegos del hambre; o “Es un libro impresionante, y haberlo escrito además de talento, demuestra un gran coraje” comentario de Mario Vargas Llosa acerca de La distancia que nos separa. En dichos comentarios, lo que se busca es acercar al lector y vender en producto, mas no presentar una postura crítica ni valorativa. Como se lee en las citas, no se trata de tazar el texto por su importancia social o estética, sino de promocionar un producto en el Mercado, del mismo modo en que se ofrecen cigarros, jabones o ropa. Si bien se acerca a un público lector, se sigue reproduciendo la Contralectura, como práctica dosificada de venta, es decir, como añadido lector, ya que no se inquiere un nivel profundo del texto.

La crítica aquí entra en un desbalance. En una sociedad rota, donde los modelos son efímeros, algo tan institucional como el crítico literario y su labor es fácilmente mudable por algo más afín al campo comercial. En esa línea, es necesario preguntarse ¿a dónde se ha ido la crítica?, ¿en qué gabán hemos dejado la lectura crítica?, ¿qué nos queda del pensamiento crítico? A estas preguntas podemos responder que la crítica ha dejado de ser en su esencia valoración para volverse publicidad, amiguismo o simpatía. Sin embargo, todavía persiste un sector que, marfileñamente, como en una torre de soledad, ha soportado los duros embates económicos, las presiones sociales, las querencias publicistas que a la crítica literaria se le ha exigido. Es a este sector, reticente, duro contra el cambio, aferrado a los lineamientos impuestos por las teorías duras (de esas que se repiten hasta tres veces en la universidad) que regresa renovado de la soledad, con un aura que le permite evaluar, pensar y valorar un texto. Y en ese silencio ciego, este crítico ermitaño ha perdido la capacidad del habla con los demás.

Me explico: La sociedad posmoderna, a la crítica literaria, le impone dos rumbos: 1) te quedas conmigo y te dedicas a la publicidad de libros de manera institucional; o 2) te aíslas con los otros críticos, renuentes como tú, en un lugar donde, entre ustedes, puedan comentar sus posturas y textos. Ya explicamos lo que pasó con los de la opción 1, que conlleva a la contralectura y esta a un acercamiento fútil al texto, a través de la interpretación de otro. Pero la opción 2 es la que verdaderamente le hace daño a la Crítica Literaria (sí, como mayúsculas). ¿Por qué? Pues es una crítica especializa, que, de tanto estar aislada, de tanto recorrer los mismos círculos literarios, ha creado un lenguaje alterno, codificado dos veces, es tan extraño que le permite dirigirse a un igual en esas mismas palabras.

El problema no es que surja una comunicación activa entre un crítico de este árbol o de otro; sino que el lazo primordial crítica-lectores se ha roto. Se ha roto y, además, se ha reproducido fractalmente, Desde la parte rota, se creó un circuito propio, donde un crítico escribe para otro; y entre ambos se fagocitan y construyen lenguajes secretos, que solo ellos puedan entender.

¿Qué pasa del otro lado? Naturalmente, los lectores también crean un nuevo circuito, entre lectores; pero ¿qué leen? Leerán lo que el “lector experto” (no necesariamente especializado, pero quizá sí el que tiene el hábito lector y capacidad de discernir) les recomiende, les sugiera, les comparta o les imponga. En todo caso, la lectura que aquí se realiza es la de la Contralectura. Primero, recordemos que tanto crítico y lector son lectores, solo que el primero es especializado en ello, y el otro es ocasional o intuitivo. Puede ser un buen lector, sesudo, analítico, pero no tiene respaldo institucional, por ello no pasa a ser lector especializado, ya que las puertas del conocimiento matriz no le han sido abiertas, ni las herramientas metodológicas mostradas. El crítico realiza una lectura crítica, el segundo una Contralectura.

A diferencia de un texto científico, los textos literarios requieren ciertos especialistas para que, con su ayuda lectora, los textos, sean entendidos en su totalidad, si acaso. Sin la ausencia de esta gente capacitada la contralectura se apodera del quehacer. Y, por ser fácil, se vuelve práctica común.

Volvamos con los críticos literarios, ¿qué es de ellos? Una parte se orientó hacia la Publicidad y el Marketing; los otros vivieron aislados, crearon su propia comunidad y su propio lenguaje. Y aquí es donde todo se quiebra; no para ellos, sino para los que nos resistimos a estos modelos actuales: a) el crítico-publicista; b) el crítico-ascético.

La crítica literaria tenía por meta valorar los textos que encuentre de importancia para una sociedad determinada. Valorar, enjuiciar y acercar al lector a la literatura. La crítica no puede ser autista porque debe charlar con el público, y no en un lenguaje que solo el crítico especializado entienda, sino que sea entendido por otros.

Por ello, urge romper con el molde de la crítica y sus discursos herméticos que acercan al lector especializado a otro que decodifique su lenguaje cerrado y nada más; mientras hacen ello, el lector intuitivo, desde cualquier barraca (como las redes sociales) van captando a otros lectores, que confunden un crítico publicista con un crítico literario. Y entre todos, en esa pirámide, reproducen la Contralectura. Pero ¿qué pasaría si la crítica literaria dejará su discurso cargado de ínfulas y conceptos que no cualquiera entiende y, sencillamente, dijera todo ello con lenguaje accesible al público? ¿Qué sería de esto? Pues que la contralectura sería desplazada por lectura crítica. La crítica, al acercar al lector al texto, está invitando a una lectura “de primera mano”, es decir, que el lector no solo entienda el mensaje de un interpretante, sino que lo cuestione y se anime a él mismo acercarse al texto y contrastar la verdad de otros con la que él puede construir.

Como hemos apuntado, esta es la dinámica que sucede en las redes sociales. Si hay algo que no entiendo, siempre hay un canal en YouTube que me lo explica mejor y en menos tiempo; o hay un grupo de Facebook que habla de ello, y, en los comentarios que se hacen del tema, alguna idea se puede extraer sobre el texto.; y nunca falta una página que explica todo con memes.

Para finalizar esta columna, este es el esquema de lectores que presento hoy, que están ordenados y categorizados según su función e impacto social.  En la próxima columna ahondaremos en ello. Esta es solo la presentación de una elucubración que busca reparar, resumir y reiniciar la crítica literaria con la premisa: “Volver a acercar al lector con la literatura”, muy distinta a la frase “Juntar al lector con el libro”, porque libros hay montones, lectores también. Los pocos son los lectores de literatura y la literatura en manos de un lector.