* [1]María de los Ángeles Fornero
Los treinta textos poéticos que componen Pulso de Vida, el libro de Enidsa Novoa Haro que tiene ya su segunda edición, juegan de inicio con un desafío al lector, que se recorre luego, hasta la última página. Se trata de una poesía de tipo contemplativo, pero sutilmente surcada por búsquedas. Ya lo anticipa Willy Gómez Migliaro, en las palabras previas, cuando dice que, si bien estamos frente a un libro de las meditaciones, aparece una inquietud de quiebres. Y éste es un rasgo de diferenciación.
Por un lado, recibimos el subtítulo de poesía contemplativa. Las ilustraciones, material de creación de la propia autora, de líneas en ondas suaves bajo lo que se percibe como una noche estrellada, nos dispone a una lectura más bien serena, proyectiva en un todo de claroscuros fluyente. Una puerta de entrada al libro que deja la sensación de estar “sentado en la gramilla” (Mi cuerpo pertenece a la tierra, 37) y uno siente que puede dejar ir la vista sobre las ondas de un lago sereno “Las ondas, casi mágicas, que logro ver dentro de esa calma, me invitan a entender el no tiempo que habita aquí” (Lago tierno. Lago en calma, 52) y dejar entrar a los oídos fonemas en sonidos sanadores, que vienen incluso desde los ancestros, tal como dice la dedicatoria.
Sin embargo, allí mismo, desde las ilustraciones y la dedicatoria aparece el contrapunto que enriquece la lectura. Es una policromía semántica ese detenerse a contemplar en vaivén lo que va y viene con la necesidad de ser, de actuar, en un juego de opuestos. El poemario, una edición de Ojos de Papel con la corrección de texto de Animal Literario, nos coloca frente a una ilustración del árbol de la vida de raíces tan ampulosas como su copa. Desde una mirada psicoanalítica uno podría preguntarse ¿Cuánto de lo implícito hay en lo explícito? ¿Cuánto se dejará ver el yo lirico, creado por Enidsa, a través de ese sentido de contemplación que a la vez está en búsqueda? Ya, en la dedicatoria hay dos nombres que marcan lo que la autora vindica de su padre: la fuerza y la voluntad.
Y, a eso nos van llevando los textos. Un juego de opuestos en el que, de entre la fronda de lo contemplativo aparece una actividad, un incluirse en ese paisaje, accionando también sobre él “Quiero despegar, rasgarme la piel encender de nuevo pasiones que me enloquecían” (Uno de tantos días alrededor del sol, 33). Luego, entra en la escena de lleno el yo poético, no solo la contempla, es parte de ella, la escena se transforma en un ser in continuum: “Soy el frío que cala y la lluvia que todo lo limpia. Yo soy la tierra que recibe la nieve, porque también tengo la semilla que brotará” (Soy el todo, 44). Y, como no podía ser de otra manera, ahí está la ciudad con todo su caos en hora punta (Entre Colón y Garcilaso, 54) a dónde la vida obliga a volver, luego de la contemplación de la naturaleza. Entre el caos y el equilibrio, no se resigna a lo mandatado, se dispone a hacer su propio juego: “Navegar el propio mar, sin temer a la tempestad” (El propio mar, 55), aunque en esa ruta lo que trasciende es el sosiego. Y, en eso estamos cuando cerramos el libro y volvemos a comprender que en la tensión está la belleza.
Presentaciones del poemario Pulso de vida de Enidsa Novoa Haro
Casa de la Literatura, el 18 de Abril del presente año.
Auditorio Alberto Hurtado, av. Armendáriz 445 – Miraflores, viernes 31 de marzo, 7:00 pm,
Inscripciones: https://forms.gle/CmLb9TGUseHna7aB6
[1] Escritora argentina. Psicóloga social. Profesora de Lengua y Literatura de educación secundaria. Autora de Viaje entre dos orillas. Mesa Redonda. Lima 2022. Desde Córdoba, Argentina. 09/02/2023