
Fue la única anotación escrita a mano que encontré en el libro. No recuerdo muy bien de quien era la caligrafía, todo lo demás estaba coordinado en el temblar de las líneas matizadas de los marcadores. La desaparición como convicción, como estandarte. Intento recordar aquel rastro caligráfico, buen pulso, buen semblante en las vocales, cierto aliento a ordenanza. Sospecho quien pudo haberme dejado aquella anotación, pero de pronto por la rendija semiabierta de la ventana, entra de forma violenta una polilla. Me consterno, me distraigo, pero en el ligero recorrido de aquel insecto veo el movimiento atroz de la desaparición. Trato de ubicar aquel insecto; no para matarlo, pero tal vez para darle opción frente al abismo que se configura fuera de mi ventana. No lo encuentro. Regreso al adhesivo con la anotación. “Deberías levantarte más temprano”, resuena otra vez en mi cabeza, trato de recordar las temporadas donde las mañanas eran más ejemplares, y recuerdo todos los sueños que se tributaron en aquellas horas paupérrimas de ocio. Solo tengo sospechas, pero ningún rostro concreto de aquella caligrafía. Recuerdo cómo llegó el libro a mis manos, ya hace un par de años. El adhesivo se encuentra en la página 48 de 388 que es la totalidad del libro. Tal vez la persona que escribió el mensaje, lo dejara de forma provisional en su intento de imitar las bengalas en la oscuridad. Una suerte de mensaje enviado dentro de una botella que ahora es el libro. No encuentro aún la conclusión de todo esto, pero observo bien el detalle remarcado fuera del adhesivo. “Si quiero ir más allá, deberé desaparecer”. Es como si estuviera en altamar y las palabras ahora fueran una suerte de estrellas, que representan algo que ya es extinto. Algo muerto. En la computadora suena Prisioner of my principles de Coati Mundi, y me levanto de un solo tramo para escribir todo esto, yo también quiero aprender a enviar esos mensajes, aunque solo sea pura letra muerta. Creo que también debo ir más allá, desaparecer.