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Cuento: «Un extraño amor» por Federico Rivero Scarani

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“Almas en la oscuridad”, Año sin fecha. “Psicografías”, Benjamín Solari Parravacini.*

Confesión I

Ángeles Caínes fue la mejor flor de mi vida uraniana. Ella derretía suelos con su paso de fémina nocturna. Ángeles Caínes llamó al viento y lo embolsó en una copa que bebimos desnudos. Sangró mi pecho y lamió la herida, desmayado acaricié su pelo, sus senos y antenas. Antes que el sol alumbrara las tinieblas Ángeles Caínes se derritió como un vómito a mi lado.

«Triunfa la mujer sobre el hombre. ¡Judit se repetirá!», (año 1937), Parravacini.

Confesión II

    La tarde era un cadáver gris. Solo sentado miraba el cielo enfermo y callé escuchando el rumor de las cosas. Una brisa pringosa se instaló en mi habitación. La noche prometía otra visita; la dejé entrar. Vino Ángeles Caínes vestida de sedas celestes y perfumada con mirra oriental. Su ojo verde me guiñó y me largó un beso rubí. La esperé sentado y ella se subió a mis piernas y abrazó mi cuello.

«Lectora será la mujer de libros, diarios y revistas. La mujer aventajará al hombre, le desalojará. El pantalón será de ella y el hombre se afeminará» (año sin fecha), Parravicini.

Confesión III

    Me arrodillé aquella mañana de invierno y recé jaculatorias y entoné letanías paganas. Tomé un cirio y volqué la cera en mi antebrazo. Lloré y reí. Me eché al suelo y refregué mi sexo en el piso, mientras Ángeles Caínes pasaba su mano por mi nuca diciéndome «te adoro desde el fondo del tiempo; he vuelto a encontrarte, mi amor«. Se evaporó como bruma de puerto y quedé transido, llorando más que antes por ella, por mi confusión.

«La mujer hombre será una verdad y será en dos faces, por nacimiento bisexo y por ancestro. Será el inicio en ellas mas la verdad brillará. Médicos operarán y harán bien, más la mujer hombre no será interpretada hasta el 70″ (año1937), Parravacini.

Confesión IV

Me abandonaron los amigos.
Mi familia me eructó.
La gente me miraba mal.
Las plantas se secaron en mi casa.
Apareció la humedad en las paredes en lamparones con formas grotescas.
Se murió la cucaracha que tenía en el frasco.
Estoy solo.
Únicamente Ángeles Caínes me visitaba al atardecer, traía flores muertas y bebíamos té. Nos acostábamos sobre cojines roídos y acariciándonos nos prometíamos felicidad.


«La mujer de Lot será de nuevo en el mundo. La ambición, en su castigo ella hallará el desinterés y el abandono del hombre que seguirá hacia la luz» (año sin fecha), Parravicini.

Confesión V

No puedo dejar de pensar en ella. Apenas como y ni duermo si no está a mi lado perfumando el cuarto. Renuncié al trabajo antes de que me echaran. Consuelo mis horas afiladas pensando en su perfil. Me consumo. Soy una vela en la oscura terraza de la vida. Hay un umbral del cual Ángeles Caínes me habló. Me invitó a cruzarlo con ella. «Allí  es de donde venimos, donde pertenecemos«, me dijo abanicándose los cabellos violetas. Hoy no vino y pienso en ella violentamente.

«El hombre mujer, será en dos faces. Una por nacimiento bisexo, otra por ancestralismo. El mal será el vicio en el hombre, este llevará el sexo en búsqueda y terminará en hombre mujer falso. Médicos operarán y harán bien, más el hombre mujer no será interpretado hasta el 70». (año1937).

Confesión VI

Las ideas no tienen dueño. La persona las recibe y las trasmite, pero no le pertenecen. Flotan como duendes y a veces bajan a libar en los cerebros humanos. Son inasibles a pesar de la praxis. Son etéreas como Ángeles Caínes. Fue ella quien me lo contó: porque ella misma pertenece a ese mundo, su naturaleza guarda ese origen y esa correspondencia, y cuando viene a mí, seductora y amiga, trata de convencerme de que yo soy otra idea más de un cerebro infinito y eterno, y me insinúa escapatorias con el fin de volver hacia aquellas vastas regiones.

«La intuición no será ya y el hombre conocerá la tribulación. El hombre soberbio e hipócrita que destrozó el sendero, mató al hermano, relajó el sexo, envileció al menor y corrió anhelante tras el oro. El hombre que abandonó ¡el amor!», (año 1938).

Confesión VII

Un poeta sin lapicera no es un poeta sino una garrapata, dijo Ángeles Caínes mientras escuchábamos el Presto del Verano de Vivaldi (es una tormenta de estío anunciando el otoño). Me di cuenta de que soy inmortal y que la lluvia pegada a los días durante 72 horas no es más que el latido constante de los corazones grises. Ella continuó haciendo una poética dominical y húmeda: la poesía te eleva y te hunde a la vez, es un ascensor, subes o bajas, esa es su función para los ánimos. El poeta con lapicera y hoja escribe igual a un manco con su muñón sobre la arena, y el frío del sur le azota la cara y él es pérfido y resentido. En ocasiones Ángeles Caínes me causa un poco de temor y vértigo sobre todo cuando habla de estos temas; yo la escucho porque soy un confeso de ella. Después de las charlas vespertinas repta por la pared sinuosamente en tanto que yo la observo desde mi sillón. Se deja caer sobre mí, es una araña que destila fragancias y me absorbe, me elimina un poco más cada noche, un poco más hasta el desmayo…

«La bondad desaparecerá del mundo. El robo y el crimen se adueñarán del ambiente. La pureza de las criaturas será corrompida por el mal ejemplo de hogares desnaturalizados. Los casamientos irán en minoría, los amantes serán igual admirados. El hombre se dejará siempre seducir. Ellas serán las seductoras», (año 1934), Parravicini.

Confesión VIII

Pensé en construir un cenotafio para depositar los traumas que me abruman. Esbocé un bosquejo de bosques rectilíneos y proyecciones pálidas en un plano que me visita, o que yo visito, mejor dicho, durante las pesadillas de la siesta. Ángeles Caínes me trajo el disco “Mechanical Animals” de Mar1lyn Man5on y en omegas minutos bailamos repletos de androginia mientras las sombras nuestras lamían los candelabros. Nunca me había sentido tan excitado y tan muerto a la vez.


«El contacto sexual disminuirá por ser de atracción desmejorada. El hombre despreciará a la mujer masculinizada y descompuesta por modas absurdas. La mujer será alejada de la maternidad por falta de deseo al hombre afeminado y descompuesto por modas ridículas. El laboratorio médico impondrá el cultivo materno en forma artificial y el hombre del mañana será de selección espermática», (año 1937), “Psicografías”, Benjamín Solari Parravacini.

Confesión IX

Aquella madrugada Ángeles Caínes estaba más furiosa que nunca y su desequilibrio destilaba sudor bermejo y añejo en la alcoba de ventanales abiertos; me lastimó las manos con sus uñas metálicas, me elogió hasta el hastío: «eres lo más hermoso que he conocido desde hace 1.066 años«, y pasando su pelvis por mi pierna me cantó una canción. Hubo momentos en que se ponía transparente o adquiría una piel espejada en la que me reflejaba en la oscuridad. Nacieron doce esferas de su espalda y flotaron como pompas hasta desaparecer por las celosías. Sucedió que aquella madrugada ella se durmió entre mis manos ensangrentadas, y la dejé dormir más de lo necesario. Esperé a que el sol saliera; cuando ella se percató de mi intención trató de devorarme a besos pero le aferré con mis ojos encendidos mientras un rayo de sol surcó la habitación y se estrelló sobre los pechos de Ángeles Caínes; me miró entre sorprendida y arrogante; se disolvió en el aire absorbida por los fotones del amanecer.

[*] Benjamín Solari Parravicini (Buenos Aires, 8 de agosto de 1898 – 13 de diciembre de 1974); ​fue un artista plástico argentino. Es muy conocido por los dibujos “proféticos”, denominados “Psicografías”, que realizó en el transcurso de su vida.