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Cuento: «Carito y el sol» por Georgina Castillo

Georgina Castillo Cornejo

Georgina Castillo Cornejo

Lima, 1988

Es licenciada en Educación por la UNMSM, bachiller en Lingüística y tiene estudios concluidos en la maestría de Gestión de la Educación por la misma(…)

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La coneja Carito vivía en un lugar muy bonito. Su madriguera era cálida en el invierno y fresca en el verano. Era el lugar perfecto. Escondido, protegido de cualquier amenaza. Tenía un techo de rosas que, al florecer, destilaban su aroma a los rincones de su hogar. Carito vivía rodeada de la protección de mamá, papá y todas sus hermanas.

Cada atardecer durante el verano, Carito y sus hermanas solían ir a brincar en lo alto del monte que quedaba cerca a casa. Carito se detenía a mirar la despedida del sol. Admiraba el tono anaranjado que éste toma cuando es intenso y está a punto de caer. Sus hermanas, al verla tan ensimismada, la interrumpían para procurar el rápido retorno a la madriguera –Apúrate, volvamos pronto a casa porque vendrán los peligros con la noche– le decía una de sus hermanas. Carito no escuchaba. Miraba la puesta del sol y el mundo dejaba de girar

En el invierno, las conejitas no salían de la madriguera y esperaban a que papá llegara a casa portando el alimento. En esos fríos días Carito añoraba a su ingrato amigo, el Sol, y se preguntaba qué hay más allá de su madriguera, dónde descansa el Sol cuando el invierno llega o cuando la noche cae. Cada último día de verano, Carito se despedía de su amigo y se decía a sí misma: “Será el próximo verano… el próximo”.

Y así llegó su último verano. El Sol imponente coronó el cielo y las conejitas de su madriguera salieron. Saltaban felices en el verde monte mientras Carito esperaba la caída del sol, sabía que sería ese verano y no otro en que averiguaría lo que durante tantos inviernos le había intrigado. Su ansiedad había crecido con el tiempo, encerrada en la madriguera esperando los primeros rayos. Su carácter había cambiado, ya no soportaba las risas de sus hermanas ni los sonidos de las patitas brincando, no estaba dispuesta a escuchar un “apúrate” otra vez, por ello se aisló. Se fue saltando con disimulo hacia la parte más alta del monte y esperó en ese lugar.

La tarde avanzaba y desde abajo las otras conejas apuraban a Carito para el retorno  a casa. Acertó pasar por ahí un gallinazo inmenso y muy hambriento que, al mirar a la pequeña coneja, se dispuso a comerla. –Espera un momento– le dijo ella –no me comas ahora, hazlo después.

Al gallinazo le sorprendió la seguridad con la que esta criatura le dijo algo tan singular y solo por ello accedió a escucharla.

Lo único que quiero en esta vida más que la llegada del verano es conocer en dónde descansa el sol cuando no lo veo. Dime tú que viajas tanto ¿lo has visto?, ¿me puedes ayudar? Ese es mi deseo antes de morir que sé que será este verano.

El gallinazo se compadeció de Carito, pero ello no implicaba renunciar a su alimento, por eso decidió cumplir aquel anhelo.

Para cuando sobre el lomo del gallinazo yacía Carito volando sobre las nubes, sus hermanas ya estaban en casa narrando a sus padres lo que había ocurrido; sin embargo, ya era muy tarde. Aquella idea, absurda para algunos, había sido concebida hace mucho durante una noche de invierno, había crecido con el correr del tiempo y solo hasta ahora se había presentado la oportunidad de realizarla.

El gallinazo inició el descenso. Su vuelo se hizo rápido, su cuerpo se inclinó y, en cuestión de minutos, sus patas tocaron la arena. –Mira el horizonte, este es el lugar que deseas conocer. Muy pronto verás en dónde descansa tu sol, pero quiero que sepas que igual te comeré, es mi naturaleza– le dijo el gallinazo.

Lo sé– le respondió Carito y ningún rastro de arrepentimiento ni temor se asomó  en ambos.

La tarde se despedía, el arrebol del cielo era más intenso que nunca y el Sol besó el mar y se acostó sobre él. El día ya no era día, la noche había caído y con ella la vida de Carito se extinguía en las garras cumplidoras del gallinazo.

Así había sido la vida– pensaba mientras moría –como dice una canción: Lo más terrible se aprende en seguida y lo hermoso nos cuesta la vida”.