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«¡La música ante todo, siempre música!», afirmaba Paul Verlaine, poeta francés (1844-1896). La poesía es música y también es ritmo, y el ritmo lo tenemos en nuestra sangre y en nuestro pensamiento abyecto —como escribe Carol Angeles en Instantes de vómito y ternura—. ¿Quién se atrevería a robarlo o adulterarlo? Ni el «arcoíris» que pretendía hacer el amor con el personaje de la abuela, una imagen escabrosa, aunque perturbadora del deseo que leemos en los estupendos poemas de Angeles. Su poesía nos sobrecoge por su temática: urbe/mujer; vida/muerte; hambre/miseria. Esta alternatividad del ritmo gracias a elementos disímiles provoca un contrapunto que eleva la lírica de la autora por encima de la violencia representada en sus cruentos contenidos; trasciende la condena a la insensata existencia humana, con un Dios que nos ama como le da la real gana; y va más allá de la política ramera, de la poesía pacata que teme volverse política; para arribar por fin a esos silencios de redonda cuando de pronto nos topamos con versos que son cánticas infernales: «La hija de nadie está a punto de ser violada y cortada en pedacitos y tirada al mar».…
Continuando con la segunda etapa de proyectos editoriales, que inauguramos con la revista digital, presentamos «Serie Breve» una selección de poetas y narradores, nacionales e internacionales, conocidos y por descubrir, que hemos seguido de cerca con mucha curiosidad. No dudamos que, después de leer estas breves páginas, el lector se verá tentado a continuar en su búsqueda literaria por cuenta propia, anotando los nombres de cada autor de estas plaquetas.
La poesía de Carol Angeles «parece haber sido destilada en matraces alquimistas» – Carmen Ollé